Blog gratis
Reportar
Editar
¡Crea tu blog!
Compartir
¡Sorpréndeme!
img
img

 

 

Relato Esclarecedor
Blog de metalman

img
img
30 de Noviembre, 2011 · General

Entre dos mundos (PRIMERA PARTE)

Capítulo 1: El sueño.

  Estaba harto de sus circunstancias personales; su familia estaba rota a causa de las desavenencias acaecidas en una época de crisis en múltiples aspectos, sus amigos y sus compañeros de trabajo le habían desilusionado por sus actitudes hipócritas así como sus nociones irracionales y demás impulsos egoístas, su relación de pareja se había degradado y no había manera de encauzarla. Ferrán siempre había sido una persona bondadosa, ingenua, brillante, creativa y cordial; sin embargo, su excesiva humanidad le jugaba malas pasadas en cuanto a las relaciones sociales; tal vez su pensamiento fuera adelantado con respecto a su tiempo. A pesar de su introversión, gozaba de suma habilidad empática; su aparente incapacidad para defender sus propios derechos e intereses no era sino fruto de la indefensión aprendida en su niñez tanto como de la sobreprotección por parte de sus padres. La gente le tomaba el pelo y le manipulaba con cierta facilidad mediante chantajes emocionales y otros mecanismos de diversa índole, tales como: culpabilidad, condicionamiento, etc. Él sentía, desde una parte muy remota de su ser, que, de haber vivido en otra sociedad, con otro prisma, probablemente hubiera tenido mucho más éxito y, quién sabe, quizás hubiera constituido un ejemplo de bien…

  En una noche turbada por las incipientes ventiscas y lluvias torrenciales, desalentada por el estertor de las tormentas cuyos rayos y truenos convulsionaban a los habitantes del pueblo, el muchacho se despertó inminentemente y con el pulso acelerado; sus ojos se tornaron en blanco, con la mirada fija y al mismo tiempo perdida… Había contemplado durante un prolongado período temporal la devastación del pueblo Asante de Ghana por parte de una facción ilegal de militares estadounidenses; extracciones de oro del subsuelo así como otros diamantes y gangas de índole muy diversa e incalculable valor, la apropiación del trono consistente en “El Taburete Dorado”, la comercialización ilegal, la caza furtiva, la trata de blancas y demás principios instigadores de la problemática ambiental. Hizo alusión en su mente a los detalles oníricos, que le suscitaron nostalgia, pesadumbre, aprensión y desasosiego; sintió, de alguna manera, una conexión espiritual con la gente de aquella nación. Todo le había parecido tan real que incluso llegó a preguntarse si se trataba de una premonición…

Capítulo 2: La incursión y el naufragio.

  Después de hablar con el profesor Colón para conocer los detalles de su trabajo de fin de grado, cogió el expreso hasta el muelle, desde donde embarcó en un pequeño y sofisticado buque que le llevaría al Puerto de Ghana (Centro-Sur de África).

  Terminaba de depositar el equipaje en la zona de carga ubicada en un compartimento interior al cual se accedía mediante una escotilla central en el piso, cuando el Capitán Nortón comunicó por mediación de la megafonía su disposición a soltar amarras y emprender el rumbo a través del atlántico. Ferrán se dirigió a la escotilla de mando, situada en babor sobre una plataforma en la que se construyó un refugio de acero interiormente aclimatado.

___ ¿Conoces la ruta del Atlántico, muchacho?

  Ferrán asintió con la cabeza; frunció el entrecejo.

___ En el año 2000 se descubrió que las susodichas aves migratorias portaban la gripe aviar, es decir; la cepa H5N1. ¿Es segura esa ruta?

  El Capitán Nortón efectuó una mueca de desdén; era un hombre sin apenas formación reglada que había trabajado desde los catorce años y todo cuanto custodiaba se lo había ganado de la misma manera: sacrificándose y luchando por sus ideales, que eran los mismos de sus ancestros. No toleraba en gran medida que un jovenzuelo se creyera más listo que él simplemente por cursar la enseñanza superior. Por otro lado, ésa no era ni mucho menos la intención de Ferrán.

  A mitad de camino, en plena noche y con aguas en aparente calma, unos soldados, que procedían de un submarino ubicado justo debajo del barco y a más de doscientos metros de profundidad, accedieron sigilosamente a través de los compartimentos inferiores; se ocultaron tras el cargamento. Cuando los oficiales de cocina se disponían a recoger algunos de los alimentos conservados en los tanques de aprovisionamiento, los marines norteamericanos les asestaron golpes mortíferos que los dejaron inertes en el piso de madera maciza, con un hilo de sangre discurriendo desde el lateral de las cejas hasta la zona pectoral, manchando sus camisas blancas bajo el reglamentario chaleco de color caoba.

  Siara se despertó súbitamente; intentó mantener la serenidad, tal y como la había instruido su progenitora, la sacerdotisa de Ghana y líder espiritual del clan. Se incorporó hasta permanecer sentada, con las manos apoyadas sobre su lecho de mimbre y algodón embutido en lino bordado, reflexiva y con una ceja arqueada. Los detalles oníricos le vinieron con retardo: un barco en llamas se hundía progresivamente; los aullidos y gritos de terror de los tripulantes la estremecieron durante el tiempo de ensoñación angustiosa. Le resultó difícil relajarse; inspiró y espiró con ahínco.

  La anciana madre entró en la tienda, tras haber captado su atención el comportamiento anómalo de la joven durante su meditación matinal rutinaria.

___ He visto gente en peligro. Es mi deber como guardiana de los bosques y de los océanos acudir en su auxilio.

  La sacerdotisa asintió con aprobación:

___ Si ésa es la voluntad de Twi…

  Armada con su arco y sus flechas de doble punta, su puñal y su gancho; tocada con su traje de neopreno, importado del sur de américa, sus botas de cuero y sus brazaletes de bronce; la princesa Asante patrullaba las proximidades del río Volta, el cual constituía la red comercial más importante a la vez que un medio de comunicación intercultural de suma eficacia… Cientos de soldados se asentaban en un campamento junto a un lago formado por un meteorito desde hacía millones de años (el lago sagrado); miró al horizonte y vislumbró que unos botes salvavidas procedentes de algún punto del atlántico discurrían a través del canal.

  El Capitán Nortón había resultado herido en una pierna tras la incipiente entrada a su camarote y la consiguiente y agresiva ofensa por parte de los marines estadounidenses. Él nunca se había rendido ante una amenaza, por lo que opuso resistencia e intentó avisar a la tropa por el megáfono, momento en que le pegaron un tiro en la pierna, justo encima de la rodilla izquierda; no cesaba de sangrar y le produjo unos mareos que lo desabrieron. Sin embargo, dada su rudeza y su tenacidad, se empecinó en llegar hasta la puerta; le remataron con un disparo en la espalda, dejándolo solo inconsciente…

  Ferrán Colin sentía aprensión, pero se negó a sucumbir de nuevo a sus temores e hizo lo que estaba más que acostumbrado: hacerle frente y perseverar. Oculto tras el muro que separaba la cabina de mando del quitamiedos de estribor, contempló lo sucedido a través de un pequeño orificio de la pared: metían al Capitán en un bote. ¿Vivo o muerto? Los soldados iban armados hasta la médula y él únicamente portaba una navaja multiusos; para colmo el dispositivo, averiado. Sus conocimientos de defensa personal eran escasos e inservibles frente a la formación de combate militar: el CQC (caiga quien caiga). Estaba acorralado, sin opción aparente. Intentó mantener la quietud y la calma, incluso reprimiendo la respiración en la medida de lo posible. Siguió mirando; un objeto escurridizo se aproximaba desde el extremo hacia el interior. ¿Qué era eso que se movía tan rápidamente sin apenas ser descubierto? Quizás fuera algún tipo de animal marino. Ferrán frunció el ceño y lo siguió con la mirada; al pasar por al lado de un soldado, éste comenzó a emitir aullidos de un dolor agudo e intenso. Dado que no estaba tan lejos de él, pudo darse cuenta de lo que era: un cnidario de tipo espirocisto, adherido a su pierna. De modo que los incursores habían traído consigo depredadores marinos… Ferrán, entre quejumbroso y desafiante, se armó de valor, dispuesto a cruzar el pasillo corriendo todo cuanto podía hasta el mástil central; arriba estaría a salvo. El barco se tambaleó de repente, fruto del primer indicio de hundimiento.

___ ¡Genial!___ exclamó para sí mismo.

  El bote donde se encontraba el Capitán Nortón estaba bastante alejado del soldado atacado por el espirocisto. A pesar de la indecisión y del temor, logró auto convencerse de que era la única salida; moriría de todas formas y, en el mejor de los casos, naufragaría a la deriva por las proximidades del sur de África. No conocía las coordenadas de localización exacta, pero tuvo una corazonada: la supervivencia dependía de la voluntad de actuación y no de la permanencia, la pasividad y la espera. Respiró hondo y salió corriendo a toda prisa; un soldado lo avistó y se dispuso a detenerle, arma en mano. Para su infortunio, le hirió superficialmente en el hombro.

  Ferrán se metió en el bote dando una voltereta tras apoyarse en el borde. El soldado lo siguió con cautela; era el momento idóneo para utilizar el factor sorpresa. Una vez que se hubo acercado lo suficiente como para ser reflejado en una sombra por la luz de los focos que pendían de los refugios de la tripulación, el atlético e intrépido joven agarró el extremo del fusil al mismo tiempo que se retiraba hacia un lado; jaló y se lo arrebató, aprovechando la inercia que experimentó hacia delante el cuerpo del militar para propinarle un puñetazo directo a la cara, el cual le hizo perder el equilibrio y cayó hacia atrás, golpeándose en la nunca. Dolorido, se percató de que no había nada extraño en la canoa y se dispuso a soltar amarras. Una vez sobre la superficie, cogió los remos y se alejó hasta donde le permitieron sus momentáneamente escasas fuerzas, perdiéndose en el horizonte; cayó en un profundo sueño… El barco terminó de hundirse, envuelto en llamaradas. Tanto los tripulantes como los incursores saltaron al agua; muchos murieron súbitamente por el impacto contra la capa superficial de la hidrosfera.

Capítulo 3: Foráneos.

  El Capitán Nortón fue el primero en despertar. Perplejo, miró a un lado y a otro, y después bajó la vista hacia el extremo de la barca, donde yacía aquel muchacho de cabello rubio y ondulado, peinado hacia atrás. Dado que no se oía más que las vibraciones acústicas mecanizadas por las cavidades de diversos bichos las cuales se propagaban en un medio elástico, pudo percibir su respiración, lenta y continua, ante la consiguiente hinchazón de la cavidad torácica. Recorrió con los ojos su espalda y advirtió una mancha roja hacia la zona del deltoides derecho. Nortón se dispuso a reanimarle cuando, nada más tocarle, se despertó, tosiendo.

___ Tranquilo, chico.

  El hombre de mediana edad le ayudó a incorporarse, a duras penas ya que él también había resultado herido. Por suerte para ambos, no de gravedad; el capitán se percató entonces del torniquete que friccionaba su herida, carente de hemorragia. ¿Quién se lo había hecho? Fuera quien fuese, le estaría agradecido por, probablemente, haberle ahorrado un mal.

___ ¿Dónde estamos?

___ ¡Muchacho!___ festejó el capitán, reconociendo su entorno con una amplia sonrisa de oreja a oreja. ___ ¡Esto es el puerto de Ghana, a orillas del río Volta!

  Ferrán no daba crédito; pegó un brinco y los ojos casi se le desorbitaron por admiración.

___ ¡Lo hemos conseguido!___ gritó de aleluya, pletórico. ___ ¡Es fantástico!

 

  Varias explosiones acaecieron en un radio de tres kilómetros, cuyo estertor los dejó sin aliento.

___ Debemos permanecer juntos___ designó el capitán, ojo avizor. ___ La flora se mueve de un modo un tanto extraño…

  Sacó una navaja retráctil del bolsillo interior de su chaqueta.

  Ferrán arqueó una ceja. ¿A qué se referiría? ¿La asechanza de algún clan salvaje? ¿Un peligro inminente? ¿Depredadores? Fuera lo que fuese, había captado el mensaje…

  Un mandoble resonó estridentemente al cortar unos matojos situados a dos metros de ellos.

___ ¡Atrás, rápido!

  Un hombre con una espada de doble filo salió de entre los hierbajos; su aspecto era rudo y grotesco y su mirada, penetrante. Les  gritó algo en una lengua que desconocían, lo que les hizo encogerse de hombros y mirarse el uno al otro con espasmo. El forzudo lo interpretó como una omisión amenazante y blandió el arma blanco contra ellos: el capitán Nortón tuvo que echarse a un lado para que la hoja metálica, que estaba muy bien afilada, no le hiciera un corte profundo en la parte superior trasera del brazo.

___ Creo que no le entendemos, buen hombre… ___ en su fuero interno pensó: ___ aunque de “bueno” tiene más bien poco…

  En un instante echó un vistazo a su alrededor…

  El tipejo volvió a malinterpretar el mensaje, por lo que se abalanzó contra Ferrán.

___ ¡Cuidado, chico, detrás de ti!___ temió que la hoja le partiera en dos, tal y como había visto una vez durante su odisea en Somalia.

  Ferrán se apartó de un giro transversal del tronco, apoyando ambas manos sobre la superficie. El Capitán Nortón quedó impresionado con sus habilidades secretas. El joven efectuó varios saltos con voltereta hacia atrás y manos apoyadas para impulsarse, con el fin de alejarse lo suficiente de su oponente; lo condujo hasta un árbol, desde donde, por mediación de una carrera, tan breve como rápida, subió parte del tronco y acto seguido se giró verticalmente hacia atrás, anteponiendo ambas piernas sobre el costado de su adversario y arremetiéndole así una patada que le hizo golpearse contra el roble; cayó inconsciente al suelo, con el rostro ensangrentado.

  Ferrán se aproximó a su amigo con actitud altiva y una sonrisa triunfante mientras se frotaba las palmas de las manos; el capitán no daba crédito, pero se sintió dichoso.

___ ¿Dónde has aprendido a pelear de ese modo?

___ Tomé clases de defensa personal, pero me temo que solo sirve con engendros inútiles como aquel…

  Ambos rieron de buen grado.

  Un rugido los puso en estado de alerta máxima.

___ ¡Hacia el río!___ designó Ferrán. ___ La mayoría de depredadores detesta el agua tanto como el fuego.

___ ¡De acuerdo, pero no nos confiemos demasiado!___ objetó Nortón; por un lado aborrecía su exasperante afán de sabelotodo, pero por otro tenía que reconocer la brillantez intelectual del joven universitario.

___ ¡Vamos, capitán, dese prisa!___ le instó el muchacho; permaneció un rato observando, reflexivo, la selva…

  Un guepardo salió de repente y se abalanzó contra él. De no ser por sus aún agudizados reflejos, el animal le habría mordido la yugular; le faltó muy poco. El capitán Nortón gritó de horror y se lanzó en picado hacia el agua, la cual le llegaba por la barbilla. El felino aguardó en la orilla tal y como había predicho Ferrán, lo que le sosegó enormemente;  su respiración aminoraba lenta y progresivamente hasta el ritmo de reposo al mismo tiempo que se upaba con las manos y escupía el agua que había tragado, poniendo cara de asco debido al plancton.

  Ferrán se echó a reír de buena gana; efectuó un corte de manga al guepardo, de un color amarillo rojizo y unas manchas negras por la parte superior y grises en el lomo. Sus orejas eran escalofriantemente puntiagudas y pobladas de pelo.

___ ¡Quién es el más fuerte!___ el carnívoro gimió, quejumbroso y a la vez enojado; se volvió y se dispuso a alejarse cuando Ferrán tomó una piedrecilla del fondo y se la lanzó con ímpetu. ___ ¡Eso, lárgate! ¡Anda y vete con mamaíta, ¿eh?! ¡Sayonara, capullo!

  Nortón contemplaba la escena, atónito, mientras reprimía una risa sarcástica. Intentó levantarse, pero la herida la herida empezó a escocerle de repente; Ferrán se percató de ello y se apresuró a ayudarle.

___ ¿Puede andar?

  Gimió de dolor.

___ ¡Creo que sí…!

___ Despacio, capitán, intente no mover la pierna mala y apóyese en mí… ¡Muy bien, siga así! Mire, ¿ve ese humo procedente de justo detrás de esos árboles? Eso debe de ser Ghana, o algún pueblo cercano. Caminaremos río abajo hasta el susodicho poblado, donde con un poquito de suerte encontraremos a un curandero…

  Nortón lo miró con recelo por un instante por haber vuelto a creerse más listo que él, lo que le reconcomía interiormente; sin embargo, la humanidad y generosidad que subyacía del muchacho le instaron a dejarlo correr. Había demostrado que podía ser digno de confianza y, ¿quién sabe? Tal vez incluso un buen amigo.

  Siara se deslizó por una liana hasta la superficie con increíble agilidad, topándose con Sircán, el guepardo, que meneaba la cola con actitud altiva y fingiendo amigabilidad.

___ ¡Vaya, vaya, la princesa Asante de Ghana! ¿Qué os trae por estos parajes, su alteza?

  La joven gruñó, ceñuda.

___ Tu amo, el Teniente Richard Mc Coy, y sus planes de saqueo de los recursos de Ghana.

___ Mi querida amiguita, ¿qué te hace pensar que estoy envuelto?

___ Tu afán de dominio y supremacía, así como tu hambre voraz; me lo demostraste cuando te llevaste a la boca a mi hermana pequeña. ¡Pagarás por ello, bestia inmunda!

  Desenvainó su puñal con ahínco y apretó los dientes.

  El animal permaneció impasible; se sentó, suscitándole una confusión que podía resultar letal.

___ Fue mi hermano mayor y líder de la manada quien la mató, no yo. Además, tú nunca aceptaste dejar de ser hija única, por la posible frustración de tu ascenso al Taburete Dorado.

  Siara resopló, enfurecida. Tomó una de sus flechas y la tensó en el arco en fracciones de segundo, movimiento que resultó casi imperceptible para el depredador; le apuntó con decisión, apretando la mano que sostenía la empuñadura del arma. La aparente pasividad le guepardo la extrañó, pero en ningún momento bajó sus defensas dada la mutabilidad del carácter del animal; solo agarró el arco con menos firmeza y frunció el entrecejo.

___ Está bien, Sircán, conozco esa mirada… Algo me dice que nuestro encuentro no ha sido una casualidad. Dime qué pasa.

  El guepardo denotó sarcasmo; alzó una de sus patas delanteras y la flexionó, manteniéndola en suspensión por delante del lomo, gimiendo fingidamente.

___ ¡¿Qué?!___ espetó con furia, batiendo el puñal.

___ Vengo a darte un mensaje para que lo remitas a tu pueblo, princesa Siara. Te lo diré con un discurso…

  Arqueó una ceja, incrédula.

___ ¡En nombre de la nación de los Estados Unidos de América, los marines tienen encomendado extraer minerales de vuestras tierras como objeto de estudio científico y solicitan vuestro traspaso al interior, donde seréis recompensados por la prematura mudanza con productos de primerísima calidad…!

  Siara soltó un bufido, indignada.

___ ¡¿Usurpan nuestras tierras y luego nos expulsan de manera diplomática?!

  El guepardo meneó la cabeza asertivamente al mismo tiempo que movía la cola denotando conformidad, lo que ofuscó a la muchacha; se puso ceñuda.

  De pronto, alguien emitió sonidos en voz alta que les resultaron incomprensibles.

 

  Hubo un momento en que no pudo sostenerse por más tiempo, debido al dolor y al hormigueo, que le provocaron una breve parálisis; cayó al agua, golpeándose la barbilla con una piedra que sobresalía. Por suerte, la textura de la roca era deslizante, por lo que el daño fue mínimo.

___ ¡Capitán Nortón! ¿Se encuentra bien?

  Sircán rugió repentinamente; ambos hombres enmudecieron, estremecidos por el torrente del guepardo y por la consiguiente posibilidad de ser su presa, lo que incrementaba la aprensión.

___ ¡Vamos, tenemos que irnos de aquí!

  El capitán gritó de dolor, esforzándose por avanzar a duras penas por el canal.

  Sircán salió de repente de entre unos matojos.

___ ¡Otra vez ese maldito tigre!

___ Es un guepardo…

___ ¡Da lo mismo; ¿dónde habré puesto el puñetero mechero?! ¡Aquí está! ¡Eh, tú, apuesto a que esta noche vas a dormir calentito!___ accionó la manivela y el mechero no soltó gas, lo que le inquietó ___ ¡Joder!

___ ¡Olvídelo, Capitán, podríamos cargarnos la flora de este lugar! ¡Lo que tiene que hacer es no mirarle directamente a los ojos, o se sentirá amenazado y nos atacará! ¡No haga ningún movimiento más, quédese quieto!

  Nortón resopló; otra vez su afán de lumbreras… Ya no le quedaban muchas fuerzas como para malgastarlas rebatiéndole. Por otro lado, Ferrán tenía razón, lo que le indignó otra vez.

  Desde una de las ramas del árbol dispuesto sobre sus cabezas, la joven princesa Asante efectuó un salto acrobático, habiéndose colocado previamente una liana alrededor de la cintura, la cual le serviría para retornar al punto de origen tras enganchar de uno a uno a los dos hombres con su gancho por sus respectivas camisas. Nortón gritó de vértigo, pues tenía miedo a las alturas desde que tenía veinte años y aún no lo había superado; se aferró, una vez arriba, al tronco del roble. La muchacha lo miraba, estupefacta y al mismo tiempo con curiosidad; Ferrán la miraba de un modo similar. El corazón le dio un vuelco, sin motivo aparente…

Capítulo 4: El Clan Asante.

  Ferrán Colin se maravilló ante tal majestuosidad; una ciudad colindante cuyas casas se ubicaban en las copas de cada árbol que circundaba el condado. A su alrededor bañada por el río Volta, en cuyas proximidades se asentaba el comercio: una de las redes interculturales más relevantes de África del sur.

  Siara los llevó ante sus congéneres, reunidos en La Gran Cabaña, provista por cañizos de madera de abedul unidos mediante gruesas cuerdas de nylon; solían predicar, promovidos por su líder espiritual, con el fin de paliar los males de la cosecha  a la entrada de cada estación anual.

  Todos volvieron la vista hacia ellos, patidifusos; comenzaron a susurrar en su lengua natal.

___ ¿Qué dicen?___ preguntó Nortón.

  Ferrán se encogió de hombros; el capitán rechistó.

>> ¿Qué enseñarán en las universidades de hoy en día?___ pensó.

  Siara les hizo señas para que la siguieran hasta donde se encontraba su madre, subida en una especie de tarima que colgaba de unas cuerdas sujetas mediante ganchos fijos al techo, suspendida a un metro con setenta centímetros del suelo. Accedía a ella por mediación de una escalerilla de mano desplegable.

___ ¡Ya te advertí de lo malintencionado que es el hombre blanco, hija! ¡¿Por qué razón  has desobedecido mi designio?!

___ Madre, he visto en sus ojos la compasión y el amor. Estos no son como el resto… Les salvé de Sircán.

  La anciana madre arqueó una ceja, incrédula.

___ ¿Sircán, dices?

___ Así es. Ha vuelto, tras ser domesticado por el Teniente Mc Coy.

  La sacerdotisa apretó los labios, expirando con ahínco.

___ ¡Tráelos ante mí!

  La princesa Asante efectuó una reverencia e instó a los dos hombres a acercarse.

  La mujer nativa de mediana edad se acercó primero al muchacho, tras dirigir una mirada de desdén al capitán. Lo miró con curiosidad durante un breve rato, admirando sus bellos rasgos…

___ ¡¿Cómo te llamas?!___ preguntó casi con brusquedad, pronunciando los fonemas de su lengua con cierta dificultad.

  El muchacho frunció el entrecejo, incrédulo; sonrío, desconcertando a la sacerdotisa. Daba la sensación de un joven ingenuo, gentil y sin agallas; la mujer se preguntó cómo había sobrevivido tanto tiempo en una selva tan hostil…

___ Ferrán Colin, ¿cómo está usted?

___ ¿Eres americano, Ferrán Colin?

___ No, señora, soy español.

___ ¡¿Español?!

___ Así es, ¡y a mucha honra!___ dijo, sonriente, el capitán; la anciana madre lo fulminó con la mirada. El capitán Nortón tragó saliva, coartado.

___ ¡¿A qué has venido?!

___ He venido a aprender sobre su cultura…

  La sacerdotisa rió con sarcasmo en su cara.

___ ¡Es difícil colmar taza que ya está toda llena!

___ Sí, pues la mía está vacía. Créame___ agregó con ironía___ ¡si no, vaya a España y pregunte a mis allegados…!

  Hizo una seña a su hija.

___ Está bien, Ferrán Colin. Confio en ti…___ el muchacho se postró, agradecido.___ Permanecerás en Ghana hasta que exponga tu caso al Gobernador; él decidirá si eres digno de conocer nuestros secretos, de lo contrario deberás marcharte sin más. No obstante, mi hija te secundará hasta vuestra estancia provisional y se ofrecerá a resolver tus dudas acerca de los aspectos más superfluos de la jungla…

___ Gracias.

 

  Con el transcurso de los últimos meses, Ferrán Colin y su nueva maestra recorrieron cada páramo de la selva sudafricana; aprendió a cazar, a tensar el arco, a caminar con sigilo y a ocultarse como si fuera un espectro, a balancearse por mediación de las lianas… El muchacho se hizo aún más ágil y fuerte, llegando incluso a hipertrofiar su masa magra dado el intenso ejercicio y la cantidad de carne consumida tras la cacería. Una mujer del poblado, con quien había congeniado bastante, le confeccionó un traje de guerrero, bordado con lino y reforzado con piel de conejo, al igual que el calzado: una especie de sandalias atadas mediante cuerdas dispuestas alrededor del tobillo y la planta del pie. Asimismo, unos lazos de tela envueltos sobre las palmas de las manos a modo de guantes con el fin de eximirle del ardor impelido por el raimiento con los bejucos.

  Poco a poco fue aminorando la distancia emocional con la muchacha, llegando a un punto en que se entendían y expresaban mediante gestos faciales. Siara le enseñó su lengua, lo cual costó asimilar a Ferrán dada la complejidad de los vocablos y la gran diversidad fonético-semántica. Ferrán tenía la sensación de que podía confiar en ella tanto como en un allegado de toda la vida; era una sensación estrambótica…

___ ¡Oh, ya has llegado, muchacho! Siéntate, cenaremos bajo la luz de las estrellas, que hace una noche preciosa…

  El joven sonrió. La mujer de mediana edad se dispuso a traerle unas bandejas de metal sobre las cuales había carne de buey asada con bayas y especias naturales. El muchacho estaba hambriento, después de haber recorrido junto a la princesa Asante alrededor de tres hectáreas de bosque a través de las lianas con el fin de ir a estudiar a los leones que vivían en cuevas y cavernas. Este último dato supuso para Ferrán un regreso estoico al pasado, a una época en la que el hombre aún era cuadrúpedo…

­­___ Hemos salvado la vida de unos nativos de la tribu vecina, presas de unos cazadores furtivos que querían decapitar a una especie en peligro de extinción…

  La mujer asintió con aprobación.

___ ¡Ya eres un guerrero protector del pueblo!

  Ferrán se sintió muy halagado, pero al mismo tiempo se sonrojó.

___ Entre tú y yo, muchacho. ¿Cómo va la relación con nuestra sagrada princesa Asante?___ movió las cejas intermitentemente de arriba abajo.

  Ferrán se rascó la nunca, sonriendo avergonzado.

___ ¡Ah, eso…! Pues…

  La mujer carraspeó.

___ Yo conozco a Siara desde que era un bebe; su madre y yo éramos buenas amigas e íbamos juntas de aquí para allá, antes de que se consagrara a su cometido de líder del pueblo… Fui su niñera, la traté como si de una sobrina se tratase…

  Ferrán asintió con aprobación, alzando la vista para mirarla; estaba inclinado, masticando.

___ ¡Por el amor a Twi…, ponte derecho, muchacho, o te quedarás encorvado!

   Ambos rieron de buen grado.

Capítulo 5: El poder del amor no tiene rival.

 

  Ferrán Colin efectuó un salto seguido de una voltereta hacia delante con el fin de tomar impulso para agarrarse a una liana, la cual le hizo balancearse a gran velocidad hasta el siguiente árbol, donde finalizaba el trayecto, limitando con el río; era justo el lugar donde habían desembarcado el Capitán Nortón y él hacía ya once meses.

  El muchacho vislumbró un petrolero en el horizonte, aproximándose a la costa; tomó los prismáticos que llevaba en su macuto. Al ver la bandera española, su corazón dio un vuelco; hizo alusión a su antigua patria, su hogar, la gente de a pie y sus problemas cotidianos, los cotilleos de las chavalas cuando pasaba algún guaperas cerca… Se dio cuenta de que una parte de sí mismo echaba de menos su antigua vida. Pensó en sus estudios; tanto tiempo y esfuerzo invertido, incluso habiendo viajado a los confines del continente africano, para acabar siendo un guerrero salvaje. La incipiente sensación de retroceso le enjugó amargamente la boca. Por otro lado, el daño emocional que había sufrido durante sus últimos años le instaron a querer desafiar la razón y embarcarse en aquel viaje, gracias al cual había conocido una cultura espectacular, que no conocía el rencor, la envidia, así como otras enfermedades mentales arraigadas a la sociedad occidental de nuestro tiempo. La mala relación con sus padres y con su novia formal, la hipocresía de sus amigos, la discordia en el ámbito laboral… ¡Por culpa de todo eso lo echó todo por tierra una vez! La incomprensión, el desamor y la desmesurada humanidad, contrapuesta a las actitudes sociales subyacentes, le jugaron una mala pasada hasta casi caer en una depresión. Gracias a su nueva vida, volvió a sentirse con más vivacidad que nunca, recordando la fuerza, el entusiasmo y el optimismo de antaño, aquellas emociones que le instaron superarse a sí mismo.

  El sonoro ruido de emergencia naval, parecido al cuerno de comunicaciones interculturales del poblado de Ghana, le llevaron a permanecer alerta. ¿Qué hacía un petrolero en las proximidades de la selva sudafricana? ¿Ahora España se dedicaba a importar materias primas robadas del malconsiderado tercer mundo? ¡Hasta dónde estaban dispuestos a llegar por la crisis! Observó más detenidamente y se percató de una pequeña embarcación que no llevaba ningún indicio de identificación legal. ¿Se trataba de algún tipo de demolición demográfica ilegal?

  El muchacho corrió todo cuanto pudo, por mediación de las fuertes lianas que discurrían de las copas de los árboles de la jungla, hasta el poblado; abrió las puertas de La Gran cabaña con ímpetu, causando el desconcierto de muchos y la molestia de unos pocos.

___ ¡Debo hablar con el Gobernador, es urgente!

  Siara se encontraba junto al Taburete Dorado, donde se sentaba su padre. El Gran Líder le hizo una seña para que avanzara.

___ ¡Se aproxima una embarcación procedente de España; según he comprobado, es ilegal! Lo sé porque en la estructura del barco no figura ningún signo que esclarezca su autenticidad.

  El Gobernador se tornó reflexivo; miró a su hija y ésta le devolvió la mirada, entre atónita y preocupada.

___ Gran Líder, con todos mis respetos, sugiero que nos ocultemos hasta que sepamos con certeza que es seguro salir al descubierto. Yo mismo me ofrezco como guía y protector del pueblo.

___ Muy considerado por tu parte, joven guerrero. Así sea… Mi hija, Siara, te acompañará.

  El joven asintió con aprobación, efectuando una reverencia cordial que no era sino una forma de saludo y al mismo tiempo despedida, mostrándose afable.

 

  A varios kilómetros de distancia, el Teniente Richard Mc coy y un convoy militar exploraban el corazón de la jungla en busca de las gangas que le prometerán riquezas y una posición privilegiada, la cual empleará para destituir a los altos cargos que en el pasado se habían empoderado a costa de acosarle laboralmente. Sacó su machete, contando hasta el último árbol que cortaba; llevaba setenta y cinco, y mientras el sudor descendía a través de su frente hacía alusión en su mente a una fantasía sintetizada por su sed de venganza y su furia: era como si cortara en dos a cada uno de esos peces gordos, dicho tanto en sentido hipotético como literal; la mayoría de los políticos y altos cargos de la Administración del Estado, sea del país que fuere, al menos en el mundo de Occidente, se dedicaban a comer gratis dadas las conferencias y demás actos públicos a los que asistían, cobrando en buena parte por los impuestos de los trabajadores comunes y sin apenas resolver la problemática social del momento…

  Ferrán y Siara avanzaban mientras se retaban jovialmente; entre ellos reinaba el buen rollo, como dirían en occidente. Para los nativos sudafricanos, su relación era lo más parecido a una profecía; ambos sentían algo intenso el uno por el otro, que crecía más y más cada día. Tanto ella como él lo salvaguardaban en un lugar remoto de su corazón; en el caso de Ferrán, puede que por temor a que volvieran a hacerle daño. Sin embargo, tenía una corazonada: podía confiar en Siara, que ella representaba todo lo bueno por lo que él siempre había luchado. En cierto modo, la princesa Asante le instó recobrar su entusiasmo vital así como la seguridad en sí mismo, la misma que sus congéneres le habían hecho añicos con sus exigencias egoístas e irracionales.

  Ambos jóvenes se detuvieron junto a unas plantas silvestres y exóticas, sonriendo.

___ ¡Estás en buena forma, Siara! Me ha costado ganarte…

  Ella simuló una expresión ceñuda de buen grado. Se acercó lenta y progresivamente, poniendo al muchacho un tanto nervioso.

___ ¿Qué?__ sonrió.

___ Con tanto ajetreo, no me había fijado en lo guapo que estás hoy…___ Acarició sutilmente su rostro con el dorso de la mano, cautivando la mirada complaciente y sincera de Ferrán.

___ Como aquella vez en el pantano…

  Su mente hizo alusión a dicho momento:

  Era una tarde de verano, calurosa; los rayos solares abrasaban la piel hasta producir un paulatino deterioro de ésta, a lo cual el organismo respondía con un mecanismo adaptativo: la pigmentación. Siara tenía un bronceado distinto al de sus congéneres, quizás porque pasaba buena parte del día junto a la orilla del río Volta, que traía sedimentos marinos y, por ende, yodo. A Ferrán le encantaba su piel, suave, sedosa al tacto. Aquella tarde tuvo la ocasión de experimentar aquel goce, deslizando las yemas de sus dedos hasta amoldarse a las vertiginosas curvas de su prieto cuerpo, salpicados por la cascada mientras capoteaban en el lago…

___ Ferrán, yo…

___ Sé lo que intentas decirme, Siara. Yo también siento lo mismo.

  Ella frunció el ceño.

___ ¿Por qué no me dijiste nada?

___ Pensé que era evidente, además, me daba pavor hacerlo.

___ ¿Te refieres a la vergüenza? No comprendo. Entre nosotros hay una confianza que muchos han tardado años en encontrar… No tiene sentido que me lo hayas ocultado, Ferrán___ se ofuscó un poco, cruzando los brazos por delante del pecho, marcándolo, lo que hizo que Ferrán se excitara un poco.

  El muchacho resopló, haciendo alusión a la indignación que un día experimentó…

___ Sé que siempre te has portado bien conmigo, Siara. Sé que una vez me salvaste la vida y por ello te estoy enormemente agradecido, incluso en deuda contigo. Acto seguido me has abierto tu mente y me has mostrado un camino muy distinto del que yo podía haber imaginado. Aun así, sigue costándome confiar en alguien, por lo que me hicieron…

  Ella le sonrió con sinceridad, cogiéndole la mano y acariciándola con ternura.

___ Siara…

___ Dime, Ferrán.

___ ¿Puedo hacerte una pregunta?

  Asintió.

___ ¿Por qué me salvaste? Quiero decir, ¿qué viste en mí que te impulsó a hacerlo?

  Siara ladeó la cabeza, reflexiva; volvió a mirarle con una expresión de fraternidad.

___ Tienes corazón fuerte, sin miedo…

  Después de permanecer un breve instante mirándose fijamente a los ojos, procedieron a besarse. Ferrán tomó su cabeza entre sus manos, con sutiles caricias por su cuello, evocando toda su sensualidad pero al mismo tiempo una conexión espiritual. De algún modo, podía presentir lo que ella sentía, podía saber a ciencia cierta que le devolvía la autenticidad que él le había mostrado. Por primera vez en su vida, alguien le devolvía el sentimiento que él entregaba sin apenas esfuerzo y a cambio de nada.

  La hoja del machete de Mc Coy les hizo dar un brinco; cortó los matojos situados a dos metros de ellos.

___ ¡Mc Coy!___ gritó Siara.

  Ferrán le tapó sutilmente la boca con la mano.

___ Vamos, a las lianas. Usaremos el factor sorpresa…

  Se dispusieron sobre la copa del árbol que se asentaba junto al desertor del ejército norteamericano y cazador de tesoros. Siara miró hacia abajo, adivinando sus intenciones; pero, no era del todo fiable dada la imprevisibilidad del ex marine.

___ Tenemos que impedir que coja un solo diamante en bruto; no debe encontrar la cámara subterránea…___ designó Siara.

___ No podremos hacerle frente sin armas… ___ objetó el muchacho, con el ceño fruncido.

___ “Utiliza tu potencial interior y serás invencible”… Mi madre solía recitármelo en un poema cuando aún era una niña…

___ Si al menos te hubiera dicho cómo…

  Siara le miró con una pizca de recelo.

___ Ferrán, sé que lo has pasado mal en tu pasado y que sigues de algún modo resentido con todo ello; pero, tienes que encontrar tu paz interior. Piensa que no vale la pena darle más vueltas a un asunto que ya no nos afecta, que tan solo lo creemos así en nuestra propia mente. En tu mundo las denomináis “barreras emocionales”. Tienes que librarte de ellas y, cuando lo hagas, estoy segura de que hallarás un poder capaz de vencer cualquier adversidad sin apenas esfuerzo. Solo has de elegir, no a partir de quien fuiste, sino quién quieres ser a partir de ahora… Ferrán, tienes que creer en ti mismo.

___ Ya… Perdóname, Siara, pero, ¿qué tiene que ver todo eso con el problema que nos acecha ahí abajo?

  Siara rió brevemente con ironía.

___ Parece mentira que precisamente tú afirmes eso… Recuerda: el estado más eficaz se haya en un punto entre la ira y la serenidad…

  El muchacho, perplejo, intentó analizar sus palabras, asimilándolas con cierta rapidez. Cerró los ojos y dejó que fluyeran aquellas emociones que conseguían arrinconar hasta el más mínimo indicio de alegría y fuerza interior. Las canalizó una tras otra, intentando mantener la calma, respirando profundamente, a la vez que alimentaba su ira, a la cual se aferró.

>> El estado más eficaz… ___ pensó mientras se echaba hacia atrás, tomando impulso, manteniendo los ojos cerrados. Siara le miraba entre perpleja y orgullosa. ___ Se halla en un punto… ___ saltó, haciendo que la chica se envarara aprensivamente; se giró en el aire con una voltereta transversal y, sin abrir ojo alguno, sujetó una de las lianas___ entre la ira y la serenidad… ___ descendió por ella hasta la superficie; se ubicó en cuclillas y con ambas manos apoyadas sobre el suelo, sintiendo bajo sus dedos la textura del terreno y al mismo tiempo contagiándose de su energía…

  Abrió los ojos progresivamente y miró a Mc Coy, desafiante.

  Siara no daba crédito; su amigo, por fin, se había reencontrado a sí mismo. Sonrió de contenta, contemplando la escena con sumo interés.

  Dos de sus secuaces intentaron abatirle, pero Ferrán se libró de ellos; el primero se llevó una patada lateral en plena cara con la que cayó al suelo inconsciente dando sucesivas vueltas sobre sí mismo, y el segundo, más grande y fornido, fue abatido con un golpe en las partes bajas… Ferrán aprovechó la ocasión para propinarle golpes en la cavidad pectoral y en el abdomen hasta conseguir abatirle, quedando aturdido en el suelo. Acto seguido se dispuso a avanzar hasta Mc Coy, furioso y al mismo tiempo auto controlado. El ex militar le envió una estocada brutal, la cual esquivó echándose hacia un lado; Siara rechistó, temiendo que le hubiera dado.

  Mc Coy sonrió con malicia, al mismo tiempo que desenvainaba un puñal para luego blandir ambas armas blancas contra el joven, ceñudo. Miró el machete y luego el cuchillo; ambos estaban en una posición errónea, demasiado por encima de su pecho. Según le había explicado Siara, cuanto más alto más tardaría traspasar el aire, cuyas moléculas opondrían resistencia e incrementarían el tiempo de impacto. Eso daba a Ferrán algunos segundos de más, lo suficiente para reaccionar pateando la parte baja del mango de una de las espadas, arrebatándosela. Mientras el Teniente estaba estupefacto, al muchacho daría tiempo para hacerse con ella al vuelo. Por consiguiente, se enzarzaron en un duelo estridente cuyos golpes evocaban el estertor de la guerra, seguido del resultante afán por vencer y el angustioso temor a ser vencido.

  Ferrán se agachó, esquivando una estocada horizontal, para luego girarse y extender su pierna con el fin de derribarle con una zancadilla; pero, Mc Coy, que había recibido un óptimo entrenamiento militar, saltó a tiempo y efectuó una voltereta hacia atrás. Después de eso intentó fulminarle a machetazos, lo que en una ocasión le provocó un corte superficial en el brazo. Siara aulló, como si de algún modo sintiera su dolor mientras se tapaba la boca con ambas manos y entreabría los ojos con espasmo.

  Ferrán rió con sarcasmo, lo que desconcertó a su oponente.

­­­___ ¡¿De qué te ríes, mocoso?!

___ ¿Solo sabes hacer eso?

  Con furia, el Teniente Mc Coy clavó con ahínco la espada en el suelo y, con un salto seguido de un levantamiento de ambos pies con suma flexibilidad, le asestó una patada imperiosa en la cavidad pectoral, haciéndole retroceder varios metros.

___ ¡¿Te ha gustado eso, Tarzán?!

  Ferrán arqueó una ceja, reprimiendo la risa. Le había llamado Tarzán, el nombre de su personaje favorito.

  El joven se dispuso a atacarle, después de que le atacara a él y consiguiera agarrar el mango de su machete, para luego girarse sobre sí mismo y tirarle de un jalón, empleando su cuerpo como barrera. Mc Coy le arremetió con el pie, haciéndole perder el equilibrio; otra vez, haciéndole caer. El Teniente se levantó con ímpetu y efectuó unos saltos con voltereta sucesivos hacia atrás; antes de ponerse en pie, recogió el machete y avanzó con el fin de acabar con él… Siara intervino, descendiendo por una liana al mismo tiempo que aullaba su grito de guerra.

  Mc Coy miró hacia arriba y, antes de que pudiera hacer nada, la princesa guerrera le arremetió en la cabeza con el tacón del pie; cayó al suelo. Siara se dispuso a ayudar a Ferrán, cuando el ex militar la sorprendió, reduciéndola por detrás. La muchacha forcejeó en un intento por soltarse, pero el Teniente la tenía bien cogida con sus fuertes brazos.

___ ¡Suéltala!___ gritó Ferrán, encolerizado y levantándose con ímpetu.

___ ¡Atrás, o le tuerzo el cuello!

  Ferrán sintió el corazón en un puño; tragó saliva. La idea de perderla le estremecía hasta casi asfixiarle impidiéndole respirar bien.

___ Por favor. Acabemos con esto como hombres. Déjala en paz, te lo ruego.

___ ¡Oh, qué tierno y conmovedor…!___ se carcajeó malévola y sarcásticamente.

  Ferrán no pudo soportarlo por más tiempo y se abalanzó contra él; apartó a Siara de un empujón y apenas recibió daño dada su fortaleza. El guerrero y el ex marine forcejeaban en un pulso en el que intervenían todos los músculos del cuerpo.

  Siara se percató de una especie de palanca en el suelo, confeccionada a base de cañas de bambú. Debían accionar un mecanismo de apertura y cierre. Al accionarlo, los dos hombres cayeron a un foso no demasiado profundo; abajo había toda clase de piedras metamórficas y sedimentarias, depositadas tanto naturalmente como por la acción antrópica siglos atrás… Ferrán se sujetó con fuerza a las ramas del borde; el Teniente Mc Coy sujetaba a su vez su pierna derecha.

___ ¡Ferrán, aguanta! Buscaré algo para sacarte…

___ ¡Ponte a salvo, Siara! ¡No te preocupes por mí!

___ ¡No digas tonterías! ¡Sabes de sobra que jamás te abandonaría…!

  El joven tragó saliva, forcejeando a duras penas por no soltarse; tenía las manos agarrotadas y empezaba a producírsele el hormigueo de adormecimiento.

>> ¡Así me saldrán más cayos que en el gimnasio…!___ se dijo en su fuero interno.

  Mc Coy se impulsaba con las piernas desde la pared, intentando que perdiera el equilibrio; no le importaba perecer si con ello le arrastraba también a él.

___ ¡Ferrán, ¿qué haces?!

___ ¡No soy yo…!

___ ¡¿Qué?! ¡Oh, no…! ¡Ferrán, coge mi mano!

___ ¡¿Qué vas a hacer?!

___ ¡Confía en mí…!

  Aferró su mano con fuerza tras enrollarse una cuerda por la cintura, cuyo extremo homólogo había atado al tronco del árbol de enfrente. Tiró de él.

  Mc Coy dio un jalón e hizo que Ferrán se soltara; ambos hombres comenzaron a caer. El rostro de la muchacha se tornó de un horror y una tristeza sin iguales; pero, su amigo y el villano no estaban muertos, en absoluto. No, ellos habían caído a un conducto de agua freática, de suma pureza. Sus respectivas pieles se pusieron de gallina al tomar contacto con el gélido fluido; la corriente los arrastró hacia un páramo subterráneo, donde Ferrán suspiró con alivio. Lo cierto era que aquel ajetreo le estaba desabriendo.

  Siara, entre preocupada y consternada, se apresuró balanceándose hasta el poblado de Ghana, para informar de lo sucedido a su padre.

___ ¿Dices que Ferrán perdió la vida luchando contra el Teniente Mc Coy?

  Con el corazón en un puño, asintió, cabizbaja; una lágrima resbaló a través de su mejilla. La pena que sentía ahogaba todas sus esperanzas y mermaba su ánimo hasta casi provocarle distimia. Ferrán había significado mucho para ella, desde la primera vez que le vio supo que sería la persona idónea para compartir una vida; pero, su altivez le impidió verle como tal. Sin embargo, el joven se convirtió en su mejor amigo y poco a poco fueros desarrollándose sus sentimientos hacia él…

___ El Teniente Mc Coy ha muerto. El ejército norteamericano ya no dispone de un líder, con lo que será más fácilmente influenciable. Debemos conseguir que desistan, sin dañar ninguno de los bandos ni tampoco el medio ambiente.

___ Comprendo; pero, ¿qué debo hacer?

  Ella misma había podido visualizar la cabeza del Teniente sobresalir del agua freática justo después de caer, por lo que debía continuar con vida; sin embargo, mantendría ese dato en secreto y, cuando llegase el momento oportuno, tal y como le había enseñado a esperar su mentora, vengaría a su amado…

___ Irás al campamento y aguardarás en algún escondrijo, acechando. Llévate una facción de nuestros mejores guerreros, para que te protejan en caso de que algo saliera mal…

  La princesa Asante asintió con aprobación ante la elocuencia del Gran Jefe, con una reverencia que denotaba su admiración y respeto. Ella había heredado aquella facultad de su progenitor, lo que la convertía en la mejor candidata para dicha misión.

 

  Ferrán Colin abrió los ojos lenta y progresivamente; aún sentía algo de mareo. Un escalofrío le recorrió la espalda, invadiéndole una incipiente sensación de desconcierto mezclada con desazón. Se puso en pie, a duras penas; en unos segundos se le pasó la sensación vertiginosa. Ladeó la cabeza a ambos lados y vio al Teniente Mc Coy, de pie, mirándole con desdén.

___ ¡Vaya, vaya! ¡He de admitir, muchacho, que has sido muy considerado al traerme hasta aquí…!

  Ferrán frunció el ceño, incrédulo.

___ ¡¿De qué habla?! ¡Yo jamás pondría en peligro la seguridad de Ghana, traicionando la confianza de su gente!

___ ¡Jovenzuelo ingenuo…!___ apretó los dientes hasta hacerlos chirriar. ___ ¡Tú no eres Ghanés! ¡Llevas tanto tiempo mezclándote entre esos salvajes que ahora crees ser uno de ellos! ¡¡Eres un paria!!

  Ferrán se encolerizó; apretó los puños, ofuscado.

___ ¡¿Crees que esa zorra Asante te rescató por un amor espiritual?!___ rió con malicia y sarcasmo. ___ ¡¡Despierta de una vez!!

  Sacó un revólver de su cinturón; pero, antes de que pudiera recargarlo, Ferrán corrió a abalanzarse contra él, cayendo ambos al agua. La corriente era muy severa, sin embargo consiguió sujetarse fuertemente a unos hierbajos fuertemente enraizados. Mc Coy le propinaba golpes en el costado. El muchacho aguantaba sin soltarse, apretando los dientes, sintiendo un hervidero en su interior de coraje y fuerza moral; recordó las palabras de Siara cuando estaban en la copa de aquel árbol: “El estado más eficaz…”

___ Se halla en un punto… ___ pensó en voz alta. ___ ¡Entre la ira y la serenidad…!

  Al acabar la frase se soltó y le dio una coz a Mc Coy en la entrepierna; emitió un gemido de dolor y ambos fueron arrastrados por la corriente hasta ser conducidos a una catarata subterránea, desde donde cayeron a un lago freático.

  Ferrán nadó hasta la orilla y se volvió; las aguas se movían con lentitud. No había rastro del ex marine. El muchacho frunció el entrecejo, patidifuso.

___ ¡¿Ferrán?!

  El joven se volvió de sopetón, impresionado.

___ ¡Capitán Nortón! ¡¿Qué hace aquí?!

___ Ferrán, hay algo que debí haberte contado desde el principio…

  El joven frunció el ceño.

___ ¿Recuerdas lo que te conté acerca de mis aventuras en América?

  Asintió, un tanto desconcertado.

___ Verás, Ferrán, nunca luché contra el ejército norteamericano, sino que lo capitaneé.

  Ferrán no daba crédito a sus oídos; los ojos casi se le desorbitaron por el asombro.

___ ¡¿Usted es uno de los desertores que demolían tierras ilegalmente?!___ le apartó de un empujón.___ ¡¡Apártese de mí!! ¡Me mintió! ¡Me mintió para acercarse a la gente de Ghana y a sus recursos y…, a Siara…!!

  Se abalanzó contra él, encolerizado. El Capitán Nortón le sujetó el antebrazo y, de un giro, lo derribó; lo miró con paternalismo y al mismo tiempo decepción.

___ Has elegido el bando equivocado. Lástima, imagina lo que podríamos haber hecho juntos…

  Ferrán apretó los dientes y de un giro lateral le arremetió una zancada que lo hizo caer junto a él. Acto seguido le asestó dos puñetazos sucesivos en la cara, los cuales solo le causaron una breve aflicción.

  El Capitán Nortón lo apartó de un empujón, haciéndole rodar brevemente por el suelo; se arañó la cara superfluamente.

___ ¡Desiste, muchacho!

___ ¡Jamás!___ se levantó con ímpetu y saltó, extendiendo ambos pies para luego propinarle una patada doble la cual le hizo caer al lago; sonrió con actitud altiva.

  El Capitán Nortón se hundió de repente; El Teniente Mc Coy le agarró de los pies y tiró de él hacia el fondo en un intento de ahogarlo.

___ ¡No…! ¡Capitán!___ masculló Ferrán en voz alta. Una parte de sí mismo quería confiar en él, a pesar de que lo había traicionado uniéndose al bando de los usurpadores y asesinos furtivos.

  Se apresuró a salvarle, antes de que la cabeza se hundiera se sumergiera por completo; saltó en picado y agarró a Mc Coy por la cintura, para luego arremeterle una coz en el vientre seguida de una puñada bajo la mandíbula, lo que le hizo perder el conocimiento durante fracciones de segundo, momento que aprovechó el joven para empujarle con el fin de alejarle; tomó a Nortón de la chaqueta y le subió a la superficie, arrastrándole por el suelo hasta ponerlo a salvo.

  El capitán aún respiraba, dado que su cavidad torácica se hinchaba y deshinchaba simultáneamente. Intentó reanimarle; una lágrima le resbaló por la mejilla.

___ Capitán, ¿por qué ha tenido que hacerlo?­­­___ suspiró con ahínco, desabierto.

  Abrió los ojos lentamente y lo miró con una mueca de soslayo.

___ Lo siento, chico. No tuve elección…

___ ¿De qué está hablando? ¡Siempre hay elección, Capitán Nortón, fuera cual fuere la batalla que ruja en nuestro interior…!

___ ¡Me amenazaron con matar a mi familia! ¡¿Entiendes eso?!

  El rostro de Ferrán se tornó triste y preocupado.

___ Lo siento…

___ Ya están a salvo y yo soy hombre muerto; tarde o temprano me encontrarán por estos páramos y me darán una muerte súbita…

___ ¡Claro que no, Capitán! ¡Luche, no puede rendirse! ¡Su familia querría volverle a ver sano y salvo!

  Sus palabras lo conmovieron.

___ Gracias, Ferrán. Eres un buen amigo, a pesar de que no fui honesto contigo. Tienes motivos suficientes para dejar que me pudra en este antro, no te reprocharía el gesto…

___ ¡De ningún modo!___ se upó con ímpetu y le tendió una mano. ___ ¡Vamos, amigo, tenemos que salvar a un pueblo inocente de una demolición letal!

  El hombre de mediana edad contempló al muchacho con admiración y empatía.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

publicado por metalman a las 19:24 · Sin comentarios  ·  Recomendar
Más sobre este tema ·  Participar
Comentarios (0) ·  Enviar comentario
Enviar comentario

Nombre:

E-Mail (no será publicado):

Sitio Web (opcional):

Recordar mis datos.
Escriba el código que visualiza en la imagen Escriba el código [Regenerar]:
Formato de texto permitido: <b>Negrita</b>, <i>Cursiva</i>, <u>Subrayado</u>, <li>· Lista</li>
img
.Sobre mí
FOTO

Francisco Javier Almagro Pérez

Deporte, Escritura, Viajes

» Ver perfil

img
.Calendario
Ver mes anterior Abril 2024 Ver mes siguiente
DOLUMAMIJUVISA
123456
78910111213
14151617181920
21222324252627
282930
img
.Buscador
Blog   Web
img
.Tópicos
» General (11)
img
.Nube de tags [?]
img
.Secciones
» Inicio
img
.Enlaces
img img
FULLServices Network | Blog gratis | Privacidad